Cundo el deseo es el producto
Juliana una joven mujer de 55 años, que trabaja como responsable en un área de administración de un banco de renombre, habitualmente se acercaba a su peluquería de cercanía para realizar los retoques de color y continuar con su corte formal que el estilista le había sugerido hace unos años, este proceso lo llamo solo cubrir la necesidad de acercarse a la peluquería una o dos veces al mes.
Hace unos días Juliana se despertó con un DESEO de cambiar su imagen, no era el día de ir a su peluquería habitual, era el día de que ella quería un cambio y concretar ese deseo.
Se acerca a su peluquería habitual y es atendida por Cristian su peluquero de cabecera, el mismo queda sorprendido con el DESEO de Juliana, tratando de seducirla para que este cambio NO se produzca, Juliana en ese momento entiende de la gran diferencia entre cubrir una necesidad cotidiana y satisfacer un deseo.
Cuando el producto es el deseo en este caso una peluquería, los profesionales deberán contar con el máximo de experiencia técnica y de interpretación para esa calidad de clientes que los sacan del área de confort al profesional convirtiéndolo en un producto más exquisito.
Se estima que los colaboradores de necesidades (corta pelo y pasa tintura) representaran el 70% del colectivo de peluqueros, mientras que los acariciadores de deseos cubriendo las mismas de los clientes exigentes y gustadores de moda son cerca del 30%, un mundo más pequeño y real de experiencias.
Repetitivos, área de confort o simplemente una canasta básica de oferta de belleza, separa notablemente de aquellos que conocen la atmosfera de la técnica en una peluquería detectando que el DESEO varias veces es el producto.
Rodolfo Urrea