Confesiones de un Peluquero
Entre usted y yo
Mi nombre es Matías hace treinta años (muy joven con 18 años) que decidí comenzar a estudiar lo que era mi pasión y esta siempre fue la peluquería, recuerdo que vivía con mis padres en el barrio de flores en capital federal Buenos Aires y viajaba al centro de la ciudad en colectivo todos los días para realizar mis estudios y prácticas de la peluquería.
Con un lustre de un brillo mágico en mis zapatos negros, mi guardapolvo blanco que siempre parecía nuevo y pantalones negros (esa eran las exigencias de la escuela) transitaba mis cuatro a cinco horas diarias para convertirme en un peluquero ese peluquero que siempre soñé.
Ingresar a la escuela de peluquería era un proceso mágico donde primero la observación de las diferentes cabezas de prácticas que mostraban peinados y cortes me hacían pensar que algún día podría realizar esos trabajos a mis clientes, recuerdo que teníamos tres maestros dos varones y una mujer donde cada vez que ingresaban al aula se producía el silencio del respeto por que ellos (los maestros) eran los que tenían el saber y nosotros los estudiantes el aprender.
Se me incorporo como una huella de fuego las palabras que mis maestros pronunciaban repetidamente todos los días: pasión al oficio – respeto con el cliente y siempre seguir estudiando para ser mejores profesionales, a medida que pasaban los meses entendí que la paciencia sumado a la práctica colaboraban notablemente en mi aprendizaje.
Nunca olvidare que el proceso de estudio que fueron casi tres años en varias oportunidades nos visitaron Maestros peluqueros reconocidos en ese entonces donde escuchar a cada uno de ellos alimentaba más mi pasión e inspiración PERO uno de ellos en particular Miguel Ángel M que me impacto su imagen parecía un doctor con su traje impecable, su perfume caro importado y su educación en la manera de hablar y dirigirse a nosotros los alumnos trazo sin dudas el modelo de peluquero que quería ser (ya estaba pensado quería ser como ese gran maestro que nos visitó y en su saludo final nos llamó FUTUROS COLEGAS).
A los 8 meses de estudio en la escuela de peluquería conseguí mi primer trabajo en un Salón con una marca de las más reconocidas de Argentina , mi puesto con mucho orgullo asistente de peluquería, conociendo en mi primer día de empleo la encargada del lugar cuyo nombre es Alicia una peluquera con experiencia me dio las primeras palabras que hasta hoy también recuerdo: Bienvenido – llegar temprano – respetar al cliente y respetar ordenes, luego de mostrarme cual seria mi asistencia en el salón me proveyó mi herramienta de trabajo (una escoba).
Entendí (después de un tiempo) que en la escuela se aprende las técnicas de peluquería y en el salón debíamos trabajar sin distraernos, Alicia la encargada nos hacia quedar en la puerta de la peluquería con las manos atrás esperando al ingreso del cliente con un protocolo y nuestra imagen impecables como los hombres y mujeres de un millón de dólares.
Tres décadas ya pasaron de ese gran e inolvidable aprendizaje donde lo recordaba de manera muy presente la semana pasada que casualmente tuve que seleccionar dos asistentes y un peluquero para mi salón encontrándome el mundo del revés en cada candidato al puesto, uno de ellos me sorprende (un varón muy joven despojado en su imagen) que me dice como si me conociera hace tiempo COMO estas COLEGA y es en ese mismo momento donde internamente apareció una frase: Entre usted y Yo no tenemos nada en común.
Parte del ensayo de unos de mis libros entre usted y Yo
Rodolfo Urrea