El ritual
Algunos conceptos de Barberías son como una máquina del tiempo cuando ingresas a ellas, comienzas a convertirte parte del personaje de Peaky Blinders , los olores son distintos que juegan con los sentidos, el contexto te lleva anclar a lo rustico como un Vikingo y al mismo tiempo elegante como un Lord inglés.
Donde instalas la mirada hay historia y un romanticismo del hombre de 1900 con sus vestimentas y cortes, los mismos se confunden con tatuajes que muestran la tribu barbera, todo es distinto.
Cuando comienza el ruido de la maquina es que estamos en escena y acción, que comenzamos con el ritual, un rociador moja el cabello y hace despertar más los sentidos, la maquina se apaga y la tijera silenciosa finaliza esa obra de arte que el Barbero tiene pensado para cada uno de nosotros.
Mi rostro se refleja en un espejo que está en un marco de madera que todavía muestra sus años con los nudos en sus vetas y un mueble de la misma madera tiene sobre un paño negro como un cirujano varias herramientas, la última que toma es la navaja, el reflejo de la luz en el filo muestra que está llegando el final del trabajo del Barbero.
El Barbero toma un pote de una crema y unta una de sus manos en él y comienza a deslizarlo en mi cabeza, el corte va tomando forma como una arcilla que moldea el artesano esperando su arte.
Una vez finalizado el Barbero se lava las manos y toma otro recipiente que es una loción, cuando la destapa su aroma es muy fuerte, se pone en una mano una porción de dicha loción y la misma es para pasarla donde la navaja hizo su trabajo de terminación fina y quirúrgica.
El Barbero me Retira la capa que tenía puesta, lo hace como un torero experto que tiene técnica y elegancia, queda por completo frente al espejo descubierto el trabajo que realizo el profesional.
Mi pie derecho pisa la línea divisoria entre la vereda y la Barbería retirándome, Salí de esa máquina del tiempo y me llevo como un gran trofeo en ese viaje el mejor corte y servicio.
Rodolfo Urrea